Discriminación en el mundo de cuidado

En una entrevista anterior, Isabel Villanueva Ramos, psicóloga en el centro de la Mujer de Puebla de Almoradiel en Toledo, nos acercó la realidad del cuidado en el entorno rural. Hoy nos entrevistamos de nuevo…

En una entrevista anterior, Isabel Villanueva Ramos, psicóloga en el centro de la Mujer de Puebla de Almoradiel en Toledo, nos acercó la realidad del cuidado en el entorno rural. Hoy nos entrevistamos de nuevo con ella para ahondar en la discriminación de género en el mundo del cuidado.

RdC.- Desde siempre, el cuidado se asocia a la mujer. Como sociedad, ¿estamos preparados para tener cuidadores hombres?
IVR.- Me gustaría decir que sí, pero no es la realidad. La relación entre mujer y cuidados es algo que está muy arraigado en nuestra historia y cultura. Tiene su base en el sistema patriarcal, en el que a través de los siglos siempre se asoció el trabajo del hombre de puertas hacia afuera y el trabajo de la mujer de puertas hacía dentro, es decir, el hogar.

RdC.- ¿Cómo está la situación actualmente?
IVR.- Se ha avanzado mucho, desafortunadamente aún hoy en día seguimos asociando roles de género a muchas profesiones, dejándonos llevar por los estereotipos y las costumbres culturales. La diferencia en el porcentaje de mujeres cuidadoras con respecto al de los hombres sigue siendo muy alto. A modo de ejemplo, en el servicio de ayuda a domicilio de la localidad solamente hay un auxiliar hombre por cada doce mujeres profesionales.

RdC.- ¿Esta situación se puede extrapolar a todo tipo de cuidados?
IVR.- Es cierto que con respecto al cuidado de los hijos, comienza a haber un incremento importante de varones que se dedican a ello, debido al aumento de mujeres que se han incorporado al mercado laboral. Diferente es cuando el cuidado se refiere a personas adultas ya sea dentro del ámbito familiar o laboral. En estos casos sigue existiendo una baja cantidad de hombres dedicados a este tipo de trabajos. Esto se debe a que aún hoy en día pocos hombres se forman como cuidadores por considerar estas profesiones femeninas. Del mismo modo, el mercado laboral también las prefiere a ellas.

RdC.- ¿Por qué crees que el mercado las prefiere a ellas?
IVR.- Generalmente las usuarias mujeres eligen ser atendidas por otras mujeres, no sé si por pudor en las tareas relacionadas con el aseo personal o por considerar directamente a las cuidadoras mejor preparadas. Sin embargo, los usuarios hombres no suelen manifestar preferencias al ser atendidos por mujeres y/o hombres.

RdC.- Y ellos, ¿solicitan trabajos como cuidadores profesionales?
IVR.- Los puestos de cuidadores profesionales no suelen ser solicitados por hombres, pocos responden a la convocatoria por entender que son trabajos de mujeres. El trabajo del cuidador se considera un trabajo secundario, es decir, de baja remuneración, poco valorado y tradicionalmente femenino, por eso pocos hombres lo desempeñan.

RdC.- Con respecto al cuidado no profesional, cuando una mujer debe decidir si asume o no el rol de cuidadora. ¿La culpa es una emoción presente a la hora de tomar la decisión?
IVR.- Sí, es muy normal ver mujeres que anteponen el cuidado a su vida laboral, pidiendo reducciones de jornada o excedencias para poder desarrollar su rol de cuidadora y sobre todo lo que sacrifican es su tiempo de ocio. La buena noticia es que cuando la situación se vuelve insostenible (porque las demandas del paciente dependiente requieren cuidados las 24 horas) cada vez más mujeres buscan alternativas como contratar a profesionales, buscar centros de atención, residencias, centros de día, etc. Es un gran paso que las mujeres haya comprendido que no pueden solapar tantas actividades en su día a día y que reconozcan que necesitan ayuda externa.

RdC.- En este aspecto de legitimar la necesidad de ayuda, ¿hay una negociación previa de la cuidadora no profesional consigo misma?
IVR.- Sí, y este es un punto que tenemos que trabajar como sociedad. Nos cuesta entender que el cuidado no es una labor exclusiva del género femenino, que es una norma autoimpuesta e instaurada a través de los años. Las mujeres que delegan suelen sentirse culpables porque sienten que no han sido lo suficientemente fuertes para dedicarse a su familiar en cuerpo y alma y/o porque los mismos familiares no quieren ser atendidos por alguien desconocido, por muy profesional que sea.

Lector/a, ¿te has visto identificado con alguno de los aspectos que hemos tratado en esta entrevista? Si es así, cuéntanoslo, ya sabes que aprendemos y crecemos gacias a ti.

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