La clave es cuidarse más uno mismoGarantizar una buena salud tanto física como psicológica del cuidador es garantizar una buena atención para...
Cómo gestionar y entender la culpa
Desde hace ya unas semanas en el Rincón del Cuidador®, te hemos estado dando pautas para que entiendas que en el acto de cuidar es normal sentir determinadas emociones.
Te hemos hablado de la tristeza, que nos aísla y nos deja solos con nosotros mismos para asimilar las pérdidas; de la rabia, que está diseñada para poner límites, decir no y defendernos en caso de amenaza; y del miedo, que moviliza recursos para ser capaces de afrontar una situación.
Pues bien, hoy queremos dedicar nuestro artículo a la culpa. A diferencia de las emociones anteriores, que se consideran emociones simples o básicas, la culpa es una emoción mixta. Lo característico de las emociones mixtas es que son una combinación de otras emociones y están influenciadas por factores sociales, culturales y experiencias personales.
Como cuidador es normal que a veces sientas culpa
En el libro “La puissance des émotions” (La fuerza de las emociones), el psicólogo canadiense Michelle Larivey describe la culpa como “la reina de las emociones mixtas”. Es una emoción que conviene conocer y aprender a gestionar.
Este autor canadiense divide la culpa en culpa sana y culpa de disimulo.
Podemos sentir culpa sana cuando actuamos en contra de nuestros valores. La finalidad de sentir esta emoción es que asumamos la responsabilidad de nuestros actos y enmendemos la situación o reparemos el posible daño que hemos causado de manera consciente o inconsciente.
La culpa de disimulo o culpa insana, es una manera de disfrazar la experiencia emocional para hacerla más aceptable a ojos de los demás o a los nuestros propios. Según Larivey, emociones como la rabia, el miedo y la tristeza habitualmente se esconden en esta culpa de disimulo. A diferencia de la culpa sana, la función que cumple la culpa de disimulo es evitar asumir la responsabilidad de nuestros actos, así como neutralizar la reacción de los demás o minimizar el impacto de lo ocurrido, estos podrían ser posibles beneficios secundarios de la culpa insana. La culpa insana desaparece en cuanto asumimos la responsabilidad de nuestros actos.
Como cuidador es normal que a veces sientas culpa y que a veces te plantees hacer las cosas de otro modo. Tener más paciencia, más tiempo, tener más conocimientos sobre ciertos aspectos, pero somos personas, sometidas a presión y es lógico que esta emoción nos visite de vez en cuando. Lo importante es que en tu rol de cuidador examines esta culpa. Es básico que entiendas y analices qué tipo de culpa estás sintiendo. Recuerda que la culpa sana tiene como objetivo que asumas y repares, mientas que la insana te invita a mirar hacia otro lado. Para que camines de la mano de tus emociones te proponemos unas preguntas, cuyas respuestas te ayudarán a saber qué tipo de culpa estás sintiendo:
¿Qué situación ha provocado que sientas culpabilidad?
¿Además de la culpa, qué otras emociones hay en juego?
¿Esa culpa tiene que ver con que has “negociado” algún valor tuyo?
¿Crees que tienes que esconder “algo” a ojos de los demás?
Probablemente la respuesta a estas preguntas te ayude a saber si tu culpa es sana o insana, además de permitirte ver la culpa con mayor perspectiva y asumirla de modo natural, ¿ha sido el caso? Cuéntanoslo.
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