Al lado de cada persona dependiente que necesita cuidados y atenciones encontramos a un cuidador, con frecuencia no profesional, que asume un rol...
Habilidades psicológicas de los cuidadores felices
¿Cuáles son las habilidades y estrategias de los cuidadores felices? Te explicamos en qué consisten y qué señales de alarma te avisan de que algo no va bien.
Las labores del cuidado son agotadoras, tanto física como mentalmente. Algunas personas llegan a desarrollar el síndrome del cuidador quemado, una afección relacionada con el agotamiento extremo, la falta de apoyo en las labores del cuidado y la desatención a las necesidades propias. Algunas personas son menos susceptibles de desarrollar este síndrome, y esto se debe a que tienen una serie de habilidades psicológicas que ponen en práctica, bien porque les surge de forma innata o bien porque lo han aprendido.
¿Qué es el síndrome del cuidador quemado o burnout?
Se trata de una respuesta psicológica disfuncional al estrés, es decir, nuestra reacción ante el estrés provoca otros síntomas adicionales y negativos. Se caracteriza por tres síntomas principales:
- Desilusión, que implica deterioro de la relación con la persona bajo nuestro cuidado.
- Desgaste físico y psíquico, que se traduce en agotamiento. Puede ocasionar problemas como cansancio constante, migrañas, pérdida de peso, dolores musculares, alteraciones de la digestión, problemas de sueño, entre otros.
- Indolencia o presencia de actitudes negativas en forma de comportamiento indiferente, frío o distante: cinismo, suspicacia, agresividad, aislamiento, frustración, impaciencia…
A veces aparece un cuarto síntoma, la culpa, desencadenada por la incapacidad para controlar los anteriores síntomas.
Hábitos de los cuidadores sanos
Los cuidadores que mejor sobrellevan el estrés y tienen menos riesgo de caer en el burnout, practican los siguientes hábitos:
- Cuidan de su salud, consultan y se apoyan con regularidad en los profesionales de la salud: su médico de Atención Primaria, el farmacéutico, el odontólogo, el psicólogo, etc.
- Respetan sus horas de descanso y de comidas.
- Priorizan las actividades diarias, distribuyen el tiempo y el esfuerzo que dedican a cada una de ellas y dejan fuera de la lista las que no se pueden realizar en el tiempo asignado.
- Piden ayuda o contratan a alguien para las tareas que pueden externalizar, como puede ser la limpieza del hogar o la preparación de las comidas.
- Son conscientes de sus límites y no se exigen más de lo que pueden abarcar.
- Han aprendido a decir NO. Cuando las solicitudes no son urgentes o implican un nivel de exigencia irrealizable, ponen un límite a las peticiones del cuidado.
- Dedican parte de su tiempo a una actividad de ocio agradable o gratificante y, muy importante, lo hacen sin caer en remordimientos.
- Conocen técnicas de relajamiento que les ayudan en momentos de estrés y les permiten actuar con paciencia ante situaciones que podrían desbordarles.
- Otorgan valor a sus propias labores de cuidado de los demás y mantienen alta su autoestima.
- Mantienen sus contactos sociales y amistades, aunque a veces puedan dedicarles menos tiempo que antes.
- Buscan información y asesoramiento, se involucran en grupos de apoyo y asociaciones. Continúan aprendiendo para aplicar mejor los cuidados y cuidarse mejor a sí mismos.
- Piden ayuda cuando lo necesitan.
No todo el mundo consigue poner en práctica las estrategias anteriores sin ayuda, ¡es normal! Habitualmente repetimos los patrones de conducta que ya conocemos, y es muy difícil cambiarlos de un día para otro. Para eso están los profesionales de la salud mental. Acude a un psicólogo que pueda ayudarte, no lo dudes, ¡puedes mejorar mucho tu calidad de vida!
¿Tienes alguno de estos síntomas? ¡Pide ayuda!
Especialmente si padeces síntomas del síndrome del cuidador quemado, es aconsejable que busques ayuda profesional. Los siguientes síntomas pueden ser una señal de alarma que te avisa de que necesitas ayuda:
- Cansancio constante.
- Alteraciones del sueño.
- Falta de apetito.
- Dolores musculares, palpitaciones.
- Abandono del aspecto físico.
- Tristeza, sentimiento de culpa, pérdida de autoestima.
- Cambios de humor, irritabilidad.
- Dificultad para concentrarse.
- Pérdidas de memoria.
- Pérdida de las relaciones sociales con familiares y amigos.
- Falta de interés por actividades de ocio o de autocuidado.
- Soledad, sentimiento de aislamiento.
¿Te ha parecido interesante esta información? ¿Sabías que puedes mejorar tus habilidades psicológicas para enfrentarte al estrés? ¡Escríbenos un comentario y comparte tu experiencia!
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