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¿Cómo prevenir y curar las úlceras por presión desde casa?
Las úlceras por presión (UPP) son lesiones cutáneas que aparecen por mantener una zona del cuerpo comprimida durante demasiado tiempo, sobre todo en personas con movilidad reducida. Suelen relacionarse con presión, fricción, cizalla y humedad. Para ampliar conceptos básicos (grados, factores y cuidados generales), consulta el artículo principal: síndrome geriátrico: úlceras.
Hoy se prefiere el término lesiones por presión (LPP), que abarca desde el enrojecimiento inicial (no siempre se considera “úlcera” como tal) hasta heridas profundas. Las zonas más frecuentemente afectadas son sacro, talones, caderas, codos, maléolos y omóplatos. La prevención (identificar riesgos: inmovilidad, incontinencia, desnutrición, mala perfusión, dispositivos) y una cura correcta marcan la diferencia. A continuación, verás qué medidas adoptar para prevenir y cómo tratarlas en casa con apoyo profesional.
¿Cómo podemos prevenir las lesiones por presión?
Las lesiones por presión (LPP) son producto de una deficiente circulación sanguínea en un área de nuestro cuerpo que permanece bajo presión durante un elevado periodo de tiempo. Son evitables en la mayoría de los casos siguiendo unas recomendaciones muy concretas, ¿pero cuáles? Las siguientes buenas prácticas pueden ayudarte a prevenirlas:
Mantener un buen estado de la piel
Una piel sana es la primera barrera frente alas lesiones por presión. Cuidarla a diario permite detectar cambios a tiempo y actuar antes de que aparezca una úlcera.
Seguir estas sencilla pautas puede ayudar a protegerla:
- Revisión diaria de la piel. Observa zonas de apoyo en busca de enrojecimiento persistente, induración, aumento de temperatura o cambios de color o textura.
- Registro sistemático. Lleva un seguimiento de la hidratación, áreas enrojecidas, maceración, fragilidad, calor local, bultos/induraciones o lesiones incipientes para detectar posibles cambios.
- Evitar irritantes. No uses alcoholes (romero, colonias) ni productos agresivos que resequen o lesionen la piel.
- Hidratación y protección. Aplica emulsiones suavizantes o ácidos grasos hiperoxigenados (AGHO) con masaje suave, favoreciendo microcirculación (no fricciones intensas).
- Aplicar productos protectores en zonas de riesgo. Utiliza cremas con ácidos grasos hiperoxigenados para mantenerla fuerte y prevenir la aparición de úlceras.
- Nunca masajear prominencias óseas. La presión en esas áreas daña los capilares y aumento el riesgo.
Exceso de humedad
El exceso de humedad es uno de los factores que más favorecen la aparición de úlceras por presión. Mantener la piel seca y protegida es esencial para evitar la maceración y el riesgo de infección, especialmente cuando existe contacto frecuente con orina, heces, sudor o exudados de heridas. Un buen control de la humedad ayuda a conservar la integridad cutánea y a prevenir lesiones.
Mantener la piel seca y protegida no es algo difícil si se siguen las pautas correctas.
- Absorbentes transpirables. Favorecen el microclima cutáneo y reducen la maceración.
- Usar absorbentes que mantengan la piel seca. Elige productos diseñados para retener la humedad en su interior y evitar que vuelva a la superficie, manteniendo la piel seca y protegida.
- Aseo inmediato tras episodios de incontinencia. Usa limpiadores suaves, sin alcohol, y seca con toques, sin frotar.
- Reeducación de esfínteres. Establecer rutinas para favorecer el control urinario o intestinal y reducir los episodios de incontinencia.
- Barreras cutáneas. Aplica cremas barrera/protectoras en zonas expuestas de forma continua a la humedad.
Movilización del paciente
La movilización frecuente es una de las medidas más efectivas para prevenir las úlceras por presión. Cambiar de postura regularmente permite aliviar la presión en las zonas de apoyo, favorecer la circulación y oxigenación de los tejidos y reducir el riesgo de lesiones.
Algunas recomendaciones básicas para realizar los cambios posturales de forma segura y eficaz son:
- Realizar cambios posturales: es la recomendación más importante cuando ya hay mucho nivel de dependencia, debe realizarse incluso cuando tengamos colchón antiescaras. Mientras la persona permanece en cama, cambia su posición a intervalos regulares (cada 2-4 horas) para no someter a presión siempre la misma zona corporal. Cuando la coloques de lado, no la gires demasiado, evita colocarla sobre el trocánter (la cadera), es suficiente con girarla 30 grados. Al realizar los cambios posturales no arrastres a la persona sobre la ropa de cama, puedes utilizar elementos específicos que facilitan la movilidad como sábanas de transferencia o deslizantes, ayudará a la persona a la que cuidas y a ti.
- No elevar el cabecero excesivamente: Una inclinación de más de 30º aumenta la presión sobre la zona de los glúteos, sacro y coxis, favoreciendo que aparezcan lesiones en esas localizaciones.
Si quieres conocer el protocolo completo, te invitamos a leer nuestro artículo sobre cambios posturales.
Si el paciente se encuentra en silla de ruedas
Las personas que pasan muchas horas en silla de ruedas requieren cuidados específicos para distribuir la presión y proteger la piel en isquiones, sacro y muslos.
- Ajuste profesional de la silla. Verifica que sea de la talla correcta (ancho, profundidad y altura del asiento). Pide a un fisioterapeuta revisar el ajuste 1–2 veces al año o tras cambios de peso.
- Cojín adecuado. Utiliza cojines de gel o espuma de alta densidad que se adapten al cuerpo y repartan cargas. Evita los “donuts”: concentran la presión y favorecen lesiones.
- Cambios de apoyo frecuentes. Realiza alivios de presión cada 15–20 minutos: inclinaciones laterales alternas, inclinación posterior del respaldo o “push-ups” con los apoyabrazos si es posible.
- Postura neutra y estable. Mantén la pelvis centrada, espalda apoyada y pies sobre reposapiés ajustados (rodillas a unos 90 grados). Corrige deslizamientos hacia delante.
- Superficies y ropa. Evita arrugas en el cojín, ropa con costuras gruesas o bolsillos bajo los isquiones; pueden crear puntos de presión.
- Higiene y revisión diaria. Comprueba piel de isquiones, sacro y muslos al menos una vez al día; ante enrojecimiento que no blanquea, alivia presión de inmediato.
- Plan de descansos fuera de la silla. Programa periodos en cama con cambios posturales para descargar zonas de apoyo.
Posibles complicaciones de las úlceras por presión
La infección bacteriana es la complicación más habitual de las úlceras por presión. Si se detecta una aumento el enrojecimiento y el calor alrededor de la herida, aparece dolor más intenso, exudado purulento o mal olor, y/o fiebre y malestar general posiblemente se trate de una infección bacteriana. La infección ralentiza la cicatrización de las lesiones superficiales y, cuando afecta a úlceras profundas, puede comprometer la vida del paciente.
Si una úlcera infectada no se trata de forma adecuada, la infección puede extenderse y originar celulitis; en la región pélvica incluso pueden aparecer fístulas hacia el intestino. La progresión puede alcanzar el hueso (osteomielitis) o una articulación (artritis infecciosa) y, en casos graves, evolucionar a fascitis necrosante, una urgencia médica por destrucción rápida de músculo y tejidos profundos. En los escenarios más severos, la infección pasa a sangre (bacteriemia) con fiebre o escalofríos y puede diseminarse al encéfalo (meningitis) o al corazón (endocarditis).
Cómo curar una úlcera por presión
El tratamiento exige un plan integral: valoración continua, limpieza correcta, control de infección y apósito adecuado, siempre considerando el estado general, dolor y objetivos de cuidados. El propósito es favorecer la cicatrización, prevenir complicaciones y mejorar el confort.
Valoración y seguimiento de la úlcera
El seguimiento constante es clave para garantizar una correcta evolución de las úlceras por presión. Evaluar la herida de forma sistemática permite detectar cambios a tiempo, ajustar el tratamiento y prevenir complicaciones. La valoración debe realizarse desde el inicio y repetirse periódicamente.
Algunas pautas esenciales para una correcta valoración son:
- Realizar una evaluación inicial completa y repetirla, al menos, una vez por semana para registrar la evolución y la respuesta al tratamiento.
- Documentar las características físicas de la lesión, incluyendo:
- Localización y estadio.
- Tamaño y profundidad.
- Tipo y color del tejido.
- Estado de la piel circundante.
- Bordes, fístulas o cavitaciones.
- Exudado y olor.
- Usar siempre el mismo método de medición, para poder comparar resultados con precisión a lo largo del tiempo.
- Fotografiar y medir la herida regularmente, lo que facilita visualizar la evolución del proceso de curación.
- Revisar el dolor asociado a la úlcera o a las curas, registrándolo y ajustando las medidas analgésicas necesarias para mejorar el confort del paciente.
- Si no hay mejoría visible, considerar la realización de pruebas adicionales o una nueva valoración del tejido para descartar infección u otras causas que dificulten la cicatrización.
Limpieza de la herida
Una correcta limpieza es fundamental para favorecer la cicatrización y prevenir infecciones. Este paso debe realizarse con suavidad, manteniendo la herida libre de restos y evitando dañar el tejido sano que la rodea. La elección del método dependerá del estado de la úlcera y de las indicaciones del profesional sanitario.
Algunas recomendaciones básicas son:
- Utilizar agua potable o suero fisiológico para limpiar la mayoría de las úlceras por presión.
- Emplear soluciones antimicrobianas, como polihexanida y betaína (PHMB), en casos con restos, infección o alta colonización bacteriana.
- Limpiar con cuidado la piel perilesional, evitando frotar o usar productos irritantes, jabones perfumados o con alcohol.
- Secar con suavidad, mediante gasas estériles y sin fricción, para evitar la maceración o el daño del tejido nuevo.
- Realizar la limpieza antes de cada cura o cambio de apósito, garantizando un entorno lo más aséptico posible.
Desbridamiento
El desbridamiento es un paso esencial en el tratamiento de las úlceras por presión, ya que consiste en eliminar el tejido muerto o desvitalizado que impide la cicatrización y favorece la proliferación de bacterias. Su objetivo es limpiar el lecho de la herida para promover la regeneración de tejido sano y prevenir infecciones.
Algunas recomendaciones importantes son:
- Eliminar el tejido necrótico o desvitalizado para mejorar la oxigenación, reducir la carga bacteriana y facilitar la cicatrización.
- Elegir el método de desbridamiento más adecuado según el estado del paciente, el tipo de herida y los recursos disponibles:
- Quirúrgico o cortante: mediante bisturí o tijera, para eliminar el tejido de forma rápida y precisa.
- Conservador cortante: se realiza en curas sucesivas, retirando solo el tejido no viable.
- Autolítico: utiliza apósitos específicos que favorecen la eliminación natural del tejido muerto.
- Enzimático: aplica productos con enzimas que disuelven el tejido desvitalizado.
- Larval: emplea larvas estériles que consumen únicamente el tejido necrótico.
- Mecánico: mediante técnicas como irrigación a presión, ultrasonidos o sistemas hidroquirúrgicos.
- Debe realizarse siempre bajo supervisión de un profesional sanitario cualificado, ya que una técnica inadecuada puede dañar el tejido sano o agravar la lesión.
Control de la infección
La infección retrasa la cicatrización y puede provocar complicaciones graves. Detectarla pronto y actuar con una técnica limpia es esencial durante cada cura.
- Señales de infección aguda: enrojecimiento que se extiende desde el borde, induración o calor local, dolor nuevo o más intenso, exudado purulento o mal olor, fiebre o malestar general.
- Entorno y técnica limpia: prepara el material, higieniza manos, usa guantes y minimiza la manipulación para evitar contaminación.
- Antisépticos tópicos no tóxicos (uso limitado): durante periodos cortos, para reducir la carga bacteriana cuando esté indicado.
- Evitar antibióticos tópicos de rutina: no se recomiendan de forma general por riesgo de resistencias y sensibilizaciones.
Selección del apósito
La elección del apósito debe individualizarse según el estado de la herida y los objetivos del plan de cuidados. Un buen apósito protege, gestiona la humedad y facilita la cicatrización.
- Mantener un ambiente húmedo controlado que favorezca la reparación del tejido.
- Controlar el exudado y la carga bacteriana para evitar maceraciones y retrasos en la cicatrización.
- Proteger la piel perilesional con barreras cutáneas si hay humedad o roce.
- Adaptarse al tamaño, profundidad y localización de la úlcera, garantizando un sellado correcto.
- Considerar la presencia de túneles o cavitaciones y rellenarlos de forma segura (sin compactar).
- Valorar el confort, la frecuencia de cambio posible y las preferencias del paciente.
- Revisar y ajustar el tipo de apósito según la evolución clínica en cada control.
Consejos finales para tratar las lesiones por presión
Si a pesar de tu esfuerzo preventivo aparece alguna lesión por presión, lo recomendable es que acudas a un profesional sanitario. Hazlo cuanto antes, cuando detectes la lesión en estadio 1 o 2, ya que pueden evolucionar hacia categorías más profundas si no se realizan los cuidados pertinentes.
Ten siempre en cuenta que en el tratamiento de cualquier lesión lo más importante es eliminar la causa que la genera, es decir, aliviar la presión que recibe la zona de la úlcera.
Por tanto, si no tenías colchón antiescaras, es el momento de adquirirlo, evita situar a la persona sobre la lesión y, en los cambios posturales, no incluyas la posición en la que se comprometa la úlcera hasta que ésta esté completamente cicatrizada.
Un último consejo, cuidador/a, es que no olvides que la inmovilidad no es sinónimo de rutina, al igual que tratar a un encamado no debe ser visto por ambos, cuidador y ser querido, como una tarea tediosa.
Sigue disfrutando de tu ser querido aunque hayan disminuido algunas de sus capacidades, intégralo en la dinámica familiar, anímale a participar de las conversaciones, busca alternativas de ocio ajustado a su situación, evita su aislamiento.
Preguntas frecuentes
¿Cuánto tarda en curarse una úlcera por presión?
Depende del estadio, del control de la presión, nutrición e infección. Las superficiales pueden mejorar en semanas; las profundas requieren meses y manejo especializado.
¿Se pueden mojar las úlceras al asear al paciente?
Sí, la limpieza con agua o suero es parte del cuidado. Seca con suavidad, protege la piel alrededor y recoloca el apósito indicado por el profesional.
¿Qué hacer si la herida no mejora pese al tratamiento?
Consulta de nuevo: puede requerir revaloración, cambio de apósito, desbridamiento, cultivos o ajuste del control de presión/nutrición y pesquisa de infección u otras barreras a la cicatrización.
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