El arte de humanizar los cuidados – 2ª Parte

En un artículo anterior, Macarena Gálvez nos hablaba de la importancia de humanizar la asistencia sanitaria y del modo en el que lo están haciendo en HUCI. Hoy seguimos aprendiendo con ella sobre el cuidado…

En un artículo anterior, Macarena Gálvez nos hablaba de la importancia de humanizar la asistencia sanitaria y del modo en el que lo están haciendo en HUCI. Hoy seguimos aprendiendo con ella sobre el cuidado a domicilio.

Te recordamos que Macarena es Psicóloga, especializada en Psicología de la Salud y Salud Laboral. Es experta en la atención y soporte a profesionales de la salud, investigadora, docente; autora de diversos artículos y manuales de buenas prácticas, miembro del Proyecto HUCI. Y sobre todo Macarena es una persona que trabaja para las personas…

RdC.- Nuestros lectores son fundamentalmente cuidadores en el domicilio de personas dependientes. ¿Qué beneficios les puede aportar practicar cuidados más humanos?

MG.- Personalmente creo que los seres humanos nunca debemos dejar de aprender, crecer y mejorar en la vida, independientemente de a qué nos dediquemos. Eso es algo que redundará en nuestro bienestar y en el de las personas con las que nos relacionamos. Si además somos cuidadores, ese desarrollo cobra especial importancia.

Desarrollar una asistencia amable y compasiva hacia el otro no tiene nada que ver con la actuación por pena. Se trata de ser capaces de percibir sus necesidades, emociones, sufrimiento y puntos de vista (empatía). Desear hacer algo para atenderlas y aliviarlas.

RdC.- ¿A nivel personal los cuidados humanos también repercuten en el propio cuidador?

MG.- Cuidar de una persona dependiente supone un elevado desgaste físico y emocional. Por lo tanto, practicar “cuidados humanizados” supone también cuidarse uno mismo. Dirigir esa compasión hacia sí mismo, darse permiso para aceptar esos estados emocionales de rabia, tristeza y agotamiento. Que seguro acompañan al proceso de cuidar, solo así podremos detectarlos y regularlos.

Tanto si se es cuidador profesional como familiar, se trata de competencias y habilidades a desarrollar que beneficiarán tanto al paciente como a uno mismo.

RdC.- No hay varitas mágicas, generalizar es hasta contraproducente puesto que cada persona, cada enfermo, cada cuidador tiene unas circunstancias personales y una manera de vivir. Pese a todo, nos gustaría que nos contaras si se pueden adoptar medidas generales para hacer del cuidado domiciliario un espacio más amable y humano.

MG.- Hay varias cosas que quizás son esenciales, la atención centrada en la persona, el espacio físico y el autocuidado.

La primera es la de considerar a la persona. En ocasiones se queda “detrás” de la enfermedad. En demasiadas circunstancias la enfermedad, la demencia, la patología, ocupa tanto sitio y requiere tanta atención que nos podemos olvidar de Pedro, Ana, Laura… la persona. Y él o ella siguen ahí, aunque a veces sea muy difícil “verlos”.

Ponerle la música que le gustaba, leerle un texto preferido, facilitarle contextos que le son familiares. No dejar de proporcionar un abrazo, caricia, sonrisa, un tono de voz amable. Considerar su personalidad y gustos son acciones de cuidado y que no se tienen en cuenta y son fundamentales. Al fin y al cabo necesitamos usar “trucos” para facilitar aquellos cuidados menos deseados por la persona durante los momentos de la higiene, de la alimentación o de la toma de un medicamento. Se trata de acciones que nunca serán iguales con una persona u otra y es esencial no olvidar que ESO TAMBIÉN ES CUIDAR.

RdC.- El segundo factor que nos señalabas son los espacios físicos.

MG.- Los cuidadores en domicilio son auténticos expertos en la ergonomía de los espacios. Y conocen mejor que nadie los posibles obstáculos a eliminar y los elementos técnicos de ayuda para el cuidado y la seguridad del enfermo. A eso le podemos añadir la parte emocional como las fotos de su vida, los dibujos de sus nietos, el paisaje de su pueblo…

RdC.- Y para acabar reiterabas la importancia del auto-cuidado.

MG.- Finalmente no podemos olvidar el auto-cuidado que antes mencionábamos. Tenemos derecho a sentirnos vulnerables como cuidadores, eso no solo no nos hace débiles, sino que nos ayudará a percibir el dolor ajeno. Es absolutamente humano sentir ambivalencia emocional durante el cuidado. Tristeza y esperanza, amor y hartazgo, deseos de cuidar y de dejar de hacerlo…

Solo dándonos permiso para ver esos estados emocionales como “normales” podremos disipar la culpa (que se cuela en esas ocasiones con demasiada frecuencia). Seremos capaces de identificar las emociones y por tanto tendremos la oportunidad de regularlas. Así ofrecer un cuidado amable con el otro y con nosotros mismos.

Los tiempos de respiro y descanso en el cuidador son TAN importantes como la mejor medicina que toma el paciente. Porque no podemos dar si no tenemos, no podremos cuidar si no nos cuidamos.

Tras leer a Macarena solo nos queda preguntarte, ¿cómo te cuidas para poder seguir cuidando? Cuéntanoslo, ya sabes que tu experiencia puede ser una ayuda para otros cuidadores.

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