Cómo cuidar a un enfermo crónico en casa

Los cuidadores solemos adoptar un rol clave en la vida de ancianos con enfermedades crónicas. Nuestras labores principales son: mejorar su nivel de salud, detectar sus necesidades, potenciar el autocuidado para prevenir las complicaciones de…

Los cuidadores solemos adoptar un rol clave en la vida de ancianos con enfermedades crónicas. Nuestras labores principales son: mejorar su nivel de salud, detectar sus necesidades, potenciar el autocuidado para prevenir las complicaciones de la enfermedad crónica, dar apoyo psicológico y colaborar con médicos y asistentes sociales para asegurarnos de que nuestro trabajo camina en una misma dirección; la del cuidado del enfermo crónico.

En la mayoría de casos, la enfermedad crónica produce una dependencia irreversible que aumenta paulatinamente, por lo que el paciente nunca vuelve a ser un sujeto sano. Así, más allá de los problemas derivados de la enfermedad, el paciente también pasa por una pérdida de su rol social, cosa que puede derivar en conflictos afectivos. En este punto los cuidadores, además de tratar la enfermedad, debemos ayudarlos en la interacción social.

Como vemos, el cuidado de un enfermo crónico es un proceso de atención, y no únicamente de medicación, ya que no nos centramos únicamente en resolver la enfermedad, sino que también nos centramos en el sujeto que lo está pasando. Así pues, prestamos atención a la enfermedad crónica pero también al padecer del enfermo. Podemos clasificar en tres grandes grupos los cuidados que debemos prestar al enfermo crónico:

“El cuidado de enfermos crónicos transciende los aspectos relacionados con la enfermedad centrándose también en el propio paciente”

  • Cuidados de la enfermedad: Se trata de resolver las necesidades y problemas de la propia enfermedad. Debemos comprender perfectamente qué es lo que le sucede y en qué fase de la enfermedad se encuentra. Además, trataremos de aliviar las molestias sufridas, o al menos disminuirlas en la medida de lo posible tomando las decisiones pertinentes para ello.
    También seremos los encargados de que el enfermo cumpla con las prescripciones del médico. Asegurándonos de que toma la cantidad adecuada de medicación en el momento correcto, además de que sus hábitos de vida se ajusten al tratamiento. Lo acompañaremos a la consulta siempre que sea necesario y también podremos buscar segundas opiniones y consultar con otros expertos si queremos asegurarnos de que estamos siguiendo el camino correcto.
  • Cuidados del hogar: También debemos conseguir un contexto adecuado donde nuestro paciente pueda vivir y nosotros podamos desempeñar el resto de tareas del cuidado. Para ello adaptaremos su hogar con los arreglos espaciales y de mobiliario pertinentes, estableciendo unos horarios y creando un buen ambiente social.
    Para ello deberemos encargarnos de las labores domésticas asegurando un buen estado del hogar, de los muebles y de los utensilios del paciente. Al mismo tiempo, en los casos donde la enfermedad lo requiera, deberemos adoptar acciones que sustituyan las funciones corporales del enfermo. Como pueden ser comer, vestirse, ducharse, moverse de una habitación a otra, etcétera.
  • Cuidados biográficos: Por último, pero no por ello menos importante, trabajaremos todos los puntos destinados a reconstruir la identidad del paciente. Tras los efectos de la enfermedad y la pérdida del rol social el anciano necesita reconstruir la percepción de sí mismo. Deberá aprender a interactuar con su entorno de nuevo, integrando la enfermedad de forma natural a su vida. A menudo estas tareas suelen ser las menos visibles desde fuera pero resultan cruciales para cuidar la dimensión emocional del paciente.
    Para lograrlo apoyaremos sus decisiones, le daremos consuelo y respetaremos siempre su autonomía. Además, evitaremos el aislamiento social ayudándole a mantener sus contactos sociales cuando ya no lo pueda hacer por sí solo y llevándolo a reuniones sociales y recreativas siempre que sea posible.

Y finalmente debemos recordar la importancia que tiene la relación que establezcamos entre nosotros (cuidadores) y nuestros pacientes. Nos convertiremos en sus confidentes, siendo la persona más cercana al paciente ya que compartimos su enfermedad con él a diario. Nos solidarizaremos con él y lo acompañaremos en los cambios que está experimentando, tanto física como emocionalmente. La satisfacción del cuidado bien hecho será nuestra mayor recompensa.

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