¿Qué es la esclerosis múltiple remitente recurrente?
La esclerosis múltiple remitente recurrente (EMRR) es la forma más frecuente de esclerosis múltiple. Se estima que aproximadamente el 85% de los pacientes diagnosticados comienzan con este tipo. Se caracteriza por la aparición de brotes o recaídas, seguidos de períodos de remisión, en los que los síntomas mejoran total o parcialmente.
Este curso fluctuante puede generar confusión, frustración y un gran impacto emocional, tanto en quienes la padecen como en sus familias. Comprender cómo funciona la esclerosis múltiple remitente recurrente permite actuar con mayor conciencia, ajustar el tratamiento a tiempo y planificar una vida lo más funcional posible.
En este artículo, abordamos en profundidad qué es la EMRR, cómo se manifiesta, cómo se diagnostica, qué tratamientos existen y cómo acompañar a quienes viven con ella.
¿Qué caracteriza a la esclerosis múltiple remitente recurrente?
La EMRR es una forma de esclerosis múltiple que alterna entre fases de recaída y remisión. Esto quiere decir que los síntomas aparecen de forma repentina (brotes) y luego mejoran o desaparecen, aunque pueden dejar secuelas.
Brote o recaída
- Se define como un empeoramiento neurológico nuevo o agravado, que dura al menos 24 horas y no tiene otra causa (como fiebre o infección).
- Puede afectar la movilidad, la visión, la sensibilidad, la coordinación, entre otros.
- La intensidad varía: desde síntomas leves hasta pérdida temporal de funciones.
Remisión
- Fase en la que los síntomas mejoran total o parcialmente.
- Puede durar semanas, meses o incluso años.
- No siempre hay recuperación completa; algunas secuelas pueden permanecer.
Este patrón no significa que la enfermedad esté “detenida” durante la remisión: el daño en el sistema nervioso puede continuar a nivel microscópico, aunque no haya síntomas visibles.
Principales síntomas en la EMRR
Los síntomas pueden variar mucho de una persona a otra y dependerán de la zona del sistema nervioso afectada en cada brote. Algunos de los más comunes incluyen:
- Pérdida de visión parcial o borrosa (neuritis óptica).
- Hormigueos o entumecimiento en manos, piernas o rostro.
- Fatiga intensa, no relacionada con el esfuerzo.
- Dificultad para caminar o mantener el equilibrio.
- Debilidad muscular en extremidades.
- Problemas de coordinación o temblores.
- Alteraciones del habla o la deglución.
- Problemas urinarios o intestinales.
- Dificultades cognitivas leves (memoria, concentración).
Estos síntomas pueden aparecer de forma aislada o combinada y suelen disminuir con el tratamiento o con el paso del tiempo, aunque algunos pueden volverse persistentes. Si quieres conocer en detalle los síntomas de la EM, te invitamos a leer nuestro artículo Esclerosis múltiple: síntomas y causas.
¿Cómo se diagnostica la esclerosis múltiple remitente recurrente?
El diagnóstico de EMRR se basa en una combinación de:
- Historia clínica detallada.
- Exploración neurológica.
- Resonancia magnética cerebral y medular, que permite ver las lesiones (placas) desmielinizantes.
- Análisis del líquido cefalorraquídeo (punción lumbar), en algunos casos.
- Estudios de potenciales evocados, para detectar alteraciones en la transmisión nerviosa.
Para confirmar el diagnóstico, es necesario demostrar que el daño neurológico:
- Afecta al menos dos áreas diferentes del sistema nervioso central.
- Ha ocurrido en más de un momento en el tiempo.
¿Cómo evoluciona esta forma de esclerosis múltiple?
La evolución de la EMRR es muy variable entre personas. Algunas tienen brotes aislados con largos períodos de estabilidad, mientras que otras presentan recaídas más frecuentes y discapacitantes.
Con el paso del tiempo, alrededor del 50–70% de los casos pueden evolucionar a una forma conocida como esclerosis múltiple secundaria progresiva (EMSP). En esta etapa, la enfermedad deja de manifestarse en brotes definidos y avanza de forma más continua, con acumulación de discapacidad.
Por eso, es fundamental:
- Iniciar el tratamiento cuanto antes, para frenar la progresión.
- Realizar controles neurológicos regulares, incluso en períodos sin brotes.
- Adaptar el tratamiento si cambia el curso de la enfermedad.
Tratamientos para la esclerosis múltiple remitente recurrente
Aunque la EMRR no tiene cura, existen tratamientos eficaces que modifican su curso y ayudan a controlar los síntomas.
Tratamientos modificadores de la enfermedad (TME)
Estos fármacos reducen la frecuencia y gravedad de los brotes, y pueden ralentizar la progresión a fases más avanzadas. Algunos ejemplos:
- Interferones beta.
- Acetato de glatirámero.
- Fingolimod.
- Dimetilfumarato.
- Teriflunomida.
- Natalizumab.
- Ocrelizumab.
- Alemtuzumab.
La elección depende del perfil del paciente, la frecuencia de los brotes, los efectos secundarios y otros factores clínicos. El neurólogo es quien define la pauta más adecuada.
Tratamiento de los brotes
Cuando aparece un brote, se puede administrar corticoides intravenosos u orales (metilprednisolona) para reducir la inflamación y acelerar la recuperación.
Este tratamiento no modifica el curso de la enfermedad, pero ayuda a que el paciente recupere mejor tras una recaída.
Tratamiento sintomático
Además, es necesario atender síntomas específicos como:
- Espasticidad.
- Fatiga.
- Dolor neuropático.
- Depresión o ansiedad.
- Alteraciones urinarias.
Estos se tratan con fármacos específicos, fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional y apoyo psicológico.
Si quieres saber más acerca de estos tratamientos, te invitamos a leer nuestro artículo Tratamientos para la esclerosis múltiple: avances y nuevos tratamientos.
¿Cómo se vive con esclerosis múltiple remitente recurrente?
El diagnóstico de EMRR puede ser un golpe emocional fuerte, pero no significa el fin de una vida activa o plena. Con un tratamiento adecuado, muchas personas:
- Siguen trabajando.
- Mantienen relaciones sociales y familiares.
- Participan en actividades deportivas adaptadas.
- Planifican su futuro con autonomía.
Eso sí, vivir con EM requiere:
- Conocimiento sobre la enfermedad.
- Escucha activa del cuerpo y sus señales.
- Organización del día a día, respetando tiempos de descanso.
- Adaptaciones laborales o personales si son necesarias.
- Redes de apoyo emocional y social.
Con el tratamiento y cuidados adecuados, mejorar la esperanza de vida de una persona con EM es posible. Si te interesa saber cómo te invitamos a leer nuestro artículo Esclerosis múltiple: Cómo mejorar la esperanza de vida.
¿Qué puede hacer un cuidador o familiar?
El acompañamiento en la EMRR debe ser empático, paciente y flexible. Algunas claves:
- No sobreproteger, pero estar disponible cuando se necesite.
- Informarse sobre la enfermedad para comprender los cambios de ánimo, fatiga u olvidos.
- Apoyar las visitas médicas y tratamientos.
- Estimular la autonomía y la participación activa.
- Validar emociones, sin minimizar ni dramatizar.
La EMRR no define a la persona. Ayudarla a conservar su identidad, su voz y sus proyectos es parte esencial del cuidado. Es una enfermedad que requiere compromiso, información, acompañamiento y una mirada realista pero no fatalista. Porque incluso en los momentos de mayor dificultad, es posible construir una vida significativa, activa y en plenitud.
Preguntas frecuentes (FAQ)
¿La EMRR puede desaparecer con el tiempo?
No se cura, pero puede entrar en largos períodos sin brotes. Algunos pacientes tienen una progresión muy lenta, con mínima discapacidad.
¿Es lo mismo brote que progresión?
No. Un brote es un episodio súbito de síntomas. La progresión implica un empeoramiento lento y continuo, sin recuperación clara.
¿Qué causa la EMRR?
No se conoce una causa única. Es multifactorial: genética, factores ambientales, deficiencia de vitamina D, infecciones previas, entre otros.
¿Puedo quedarme en silla de ruedas si tengo EMRR?
No necesariamente. Muchos pacientes mantienen su movilidad durante décadas, especialmente con diagnóstico precoz y tratamiento eficaz.
¿Es contagiosa? ¿Puedo tener hijos?
No es contagiosa. Y sí, muchas personas con EMRR tienen hijos sin problemas. Hay que planificar el embarazo con el equipo médico.
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